En enero de 2020 se tomaron muestras en varios lugares del mercado, pocas semanas después de los primeros casos de COVID-19 en Wuhan. En estas muestras ambientales fueron identificados ARN de SARS-CoV-2 y ADN humano, aunque ningún hisopo animal dio positivo para el virus.
Los resultados fueron presentados al equipo de la OMS que investigaba los orígenes de la pandemia, del que yo formaba parte, en enero de 2021. Aquel trabajo fue publicado como preprint (publicado en línea antes de ser verificado de forma independiente) en febrero de 2022.
Los datos “metagenómicos” subyacentes para apoyar las conclusiones del preprint –que el SARS-CoV-2 y las secuencias humanas (pero no animales) estaban presentes– necesitaban ser publicados para permitir análisis posteriores. Esto es algo que suelen exigir las revistas y que se considera apropiado al espíritu de apertura y colaboración científicas.
Sin embargo, la comunidad internacional no ha tenido acceso a los datos hasta principios de marzo de 2023. Fue entonces cuando se produjo un “drop” de estas secuencias metagenómicas ambientales en la base de datos GISAID, el repositorio internacional de secuencias virales de acceso abierto.
Esto permitió que un equipo independiente de expertos internacionales las analizara. En una sorprendente revelación, identificaron grandes cantidades de ADN de perro mapache y de otros animales junto con el SARS-CoV-2. Los perros mapache pueden infectarse fácilmente con el SARS-CoV-2 y transmitirlo. El equipo internacional publicó sus observaciones como preprint a principios de esta semana.
Cabe destacar la ubicación física de estas secuencias de virus y animales en una esquina determinada de un mercado que es muy grande, la esquina asociada a los primeros casos humanos. Ahora se sabe (aunque inicialmente las autoridades chinas lo negaron) que en esta zona del mercado se vendían animales salvajes y de granja.
Después de que el equipo internacional analizara las secuencias, se contactó con los científicos chinos que habían realizado las pruebas en el mercado para comentarlas y discutirlas, especialmente en torno a la importante observación de que entre las secuencias de SARS-CoV-2 había una gran proporción de ADN de perro mapache y de otros animales.
Las secuencias se retiraron de la base de datos GISAID a las pocas horas de ponerse en contacto con los autores del estudio. Esto es quizás inusual para una base de datos abierta como GISAID, y se podría buscar el motivo de por qué ocurrió esto.
¿Por qué es importante este trabajo?
Este último trabajo no prueba que los perros mapache fueran definitivamente la fuente del SARS-CoV-2. Es probable que hayan sido un huésped intermedio entre los murciélagos y los humanos. Los murciélagos albergan muchos coronavirus, entre ellos algunos relacionados con el SARS-CoV-2.
Sin embargo, los datos se ajustan a la narrativa de las conexiones entre animales y humanos del SARS-CoV-2.
Esto, junto con otro examen de las conexiones animales con el SARS-CoV-2, debe considerarse en el contexto de la falta de datos sólidos que respalden las otras hipótesis de origen del SARS-CoV-2, como una fuga de laboratorio, alimentos congelados contaminados y adquisición fuera de China. Poco a poco, las pruebas apoyan el origen animal del brote, centrado en el mercado de Huanan, en Wuhan.
El tiempo que ha tardado en salir a la luz este primer trabajo y la dificultad para acceder a los datos brutos son lamentables, según ha señalado recientemente la OMS.
Con benevolencia, se podría decir que se realizó un análisis erróneo de los datos originales recogidos a principios de 2020 y que los investigadores pasaron por alto los vínculos con los animales.
Cínicamente (y sin pruebas) se podría decir también que se reconoció la importancia de los datos pero no se pusieron a disposición del público. El motivo es algo que deben aclarar los investigadores chinos del Centro Chino para el Control de Enfermedades.