Durante la procesión, los fieles caminaron entre música sacra y oraciones, generando un ambiente de solemnidad y recogimiento. La participación de niños, jóvenes y adultos reafirmó el carácter comunitario y familiar de esta tradición religiosa.
Este emotivo acto no solo dio inicio a una semana de actividades litúrgicas, sino que también destacó el valor cultural de las expresiones de fe en Honduras. El Domingo de Ramos se vivió como una fusión de religiosidad y arte que sigue arraigada en el corazón del pueblo hondureño.