Como continuación del cine de trasfondo social que sólo caracteriza al Festival de Cannes y, aunque por el contrario a lo que se podría pensar en este año convulso, en una edición que no ha tenido tanto peso como acostumbra en Competencia Oficial, no podía faltar la representación rumana en esta plataforma que descubrió el renacer de esta cinematografía hace 20 años.
El director de ‘4 meses, 3 semanas y 2 días‘Oh’Bachillerato‘, Cristian Mungiu, consolidado de nuevo como uno de los grandes exponentes de esos nuevos cines rumanos del cambio de milenio y continúa su exploración de la sociedad actual con un fuerte componente social como base de reflexión.
El odio enraizado, el miedo a lo diferente
Tras despedirse de malas formas, Matthias vulve a las montañas de Transilvania, donde dejó ha podido a mujer y su hijo pequeño por un trabajo bien pagado en un matadero de Alemania. El panorama a su vuelta es el de un matrimonio no existente y un hijo con problemas de aprendizaje que le echa de menos, pero al que apenas conoce. En el pueblo, todo parece permanecer igual, salvo por el bestial éxodo de la mayoría de sus habitantes, que siguen marché día tras día en busca de mayores oportunidades como obreros de cualquier cosa al otro lado de la frontera.
Sólo una fábrica de pan, dirigida por dos mujeres bien formadas en el extranjero y con aspiración europeísta parece crecer como la espuma, si no fuera por la imposibilidad de incrementar la plantilla ante la falta de candidatos locales que las empujan a tres trabajadores extranjeroscon la oposición del frente del cabildo popular.
Con esta premisa de doble moral partiendo de un pueblo tradicionalmente migrante, Mungiu reflexion sobre el racismo clasista asociado a la inmigracion europea de nostro diasDejando episodios apabullantes que quedan grabados en la memoria colectiva como ese plano secuencia con cámara fija que registra un brutal debate popular durante varios minutos en el que el director limita a observación, dejando que los personajes se retraten solos.
Una radiografía de la Europa ultranacionalista del momento que aterrorizado con un discurso del odio interiorizado de una forma tan natural que da pavor y resucita el viejo argumento del nosotros frente a ellos, despertando lo más negro de l’pensamiento social ultra proteccionista.
Con un tono absolutamente naturalista y una atmósfera reconcentrada y pesada, ‘RMN’ deja una imagineía que implícito armas y cacerías con tal increíble fuerza y veracidad que asusta. Incorporando en el argumentario de sus personajes all los xenófobos clichés que hace diez años habrían parecido desproporcionados y subrayadores, ‘RMN’ retrata las consecuencias de la falta de oportunidades y la acceptation de las limitaciones autoimpuestas que resultan en un miedo a lo diferente que, en ese discurso actual, tristemente, de nuevo suenan demasiado familiares.
En este año con la invasión de Ucrania como tal, al hecho de que el Festival de Cine de Cannes se ha proclamado interesado por las luchas sociales ha hecho escasa mención desde ese altavoz importantísimo hacia el que todo el mundo estamos mirando estos días, la película de Cristian Mungiu resultó absolutamente descorazonadora. Tremendamente certera y falta de esperanza. Desoladora.