En medio de la solemnidad de la Semana Mayor, el pueblo hondureño enfrenta otro golpe: el anuncio de nuevas tarifas de energía eléctrica.
Si bien se promete una ligera disminución del 2.5% al 3%, ¿realmente es motivo de celebración para los 1.1 millones de clientes de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (Enee)?
Detrás de los números y las promesas técnicas se esconde una realidad palpable para los hogares hondureños.
Las tarifas actuales, ya abrumadoras para muchos, están dejando a las familias en un aprieto financiero constante.
Con un costo promedio de 5.24 lempiras por kilovatio hora, las cargas son desproporcionadamente pesadas para aquellos que luchan por llegar a fin de mes.
El comisionado de la Comisión Reguladora de Energía Eléctrica (Cree), Wilfredo Flores, anuncia con pompa la llegada de una "nueva" tarifa.
Sin embargo, ¿qué significa esto para aquellos que apenas pueden costear las facturas mensuales? ¿Una reducción del 2.5% al 3% realmente aliviará la presión sobre los bolsillos de los hondureños?
Mientras tanto, los ciudadanos se ven obligados a lidiar con tarifas desorbitadas, pagando 4.50 lempiras por los primeros 50 kilovatios hora al mes, y una escalada a 5.7906 lempiras por encima de ese límite.
Estas cifras, lejos de ser accesibles, están estrangulando económicamente a quienes dependen de la energía eléctrica para las necesidades más básicas de la vida diaria.
En lugar de celebrar pequeñas disminuciones temporales, es hora de que las autoridades aborden de frente el problema subyacente: ¿por qué las tarifas eléctricas en Honduras continúan siendo tan prohibitivas para la mayoría de la población?.
Es imperativo que se busquen soluciones sostenibles y equitativas que alivien la carga financiera de los ciudadanos, especialmente en momentos como estos, donde la solidaridad y la compasión deberían ser la prioridad.