Escribo esto de madrugada. No conozco el origen de la falta de sueño pero recurro obsesivamente al consejo de Stephen King que ya había ocupado en estas mismas páginas: no hago un recuento de ovejas saltando obstáculos, me platico historias y me voy quedando otra vez dormido. Yo guardé la imagen de un hombre que bebía cervezas en una mesa de la vieja central camionera horas interminables. Aquella moda de estudiar de noche al acercarse los exámenes bajo el efecto de un fármaco que tenía la forma del corazón, nos acercó a un grupo de amigos a repasar el materialismo histórico en aquellas impersonales mesas entre ruidos de autobuses y una voz femenina que anunciaba a través de un inservible micrófono las salidas a los diferentes destinos.
Una vez alguien se le acercó al hombre misterioso —de muy pocas palabras— a preguntarle a qué hora dormía. «A mí ya no me hace falta el sueño, mejor espero a que el sol brote de entre los montes», dijo.
Acabo de visitar a mi amigo y médico psiquiatra en quien ya sólo confío, a mi maestro de psicoterapia estratégica, porque él me prescribe un milagroso medicamento que funciona más que muchos: la palabra, la lectura, la meditación. Cuántas horas de café hablando de los poetas surrealistas o de la inmediatez de la vida, muchos temas.
“Mire, me indica, ya no tenga problema: si no concilia el sueño póngase a hacer algo que lo mantenga satisfecho”.
Beber no puedo, no lo hago ya. No podría hacer lo mismo que el hombre aquél de traje desteñido que se la pasaba en la central de autobuses noche tras noche. Leo, ya no obligado pero lo hago. Hay momentos que puedo redactar parte de un anecdotario que ya no quiero postergar más. En fin: lo que aconsejaba el Rey del terror. Uno escribe también en el pensamiento, uno va dejando ahí las historias, no es tan necesario el papel si la memoria hace lo suyo.
En efecto, la palabra es un bálsamo.
Ya no me da miedo la oscura casa paterna al bajar las enormes escaleras. Me doy cuenta y son las tres de la mañana y yo platico a mis ausentes o me cuento historias. Luego me vuelve a dar sueño. Y así corren las horas. Gracias a la psiquiatría: puede salvar a las contradictorias almas aún.
.