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Y nuestra vida cambió…; se cumplen seis meses de confinamiento


CIUDAD DE MÉXICO.

En este tiempo la pandemia ha dejado efectos devastadores e inéditos en todos los aspectos de la vida, sobre todo en el económico. También tenemos nuevos hábitos de higiene, laborales, educativos y de consumo que representan un reto para el futuro. En esta edición, Excélsior le ofrece un balance de todo lo sucedido durante este medio año.

Confinamiento, el inicio de una nueva era

La pandemia por el coronavirus llevó a la gente a quedarse en casa y con ello empezaron a surgir nuevos hábitos adoptados como parte de la nueva normalidad.

El fin de semana largo por el natalicio 214 de Benito Juárez —del viernes 14 al lunes 16 de marzo de 2020— estaba por terminar. Las playas de Acapulco y Cancún estuvieron a reventar. La gente se alistaba para regresar al trabajo, a clases, al ajetreo de la ciudad, a la rutina…

La pandemia por el coronavirus —que había germinado en Wuhan, China—, decretada así por la Organización Mundial de la Salud el 11 de marzo, zamarreaba al mundo: 168 mil 598 casos de contagio en 114 países; seis mil 598 muertos y un promedio diario de 714 defunciones.

En México había 53 casos confirmados, apenas un rasguño. Los epidemiólogos no eran ingenuos. Pronosticaban, con muy poca información sobre el virus, una epidemia larga y muy costosa en vidas y dinero. Desde la política confiaban en que la juventud y el cuidado familiar de los viejitos servirían de escudo protector.

Ahora, en México hay 705 mil 263 casos y 74 mil 348 muertes. El reporte público es que el gobierno federal ha gastado la friolera cantidad de 35 mil millones de pesos y el gobierno capitalino, cuatro mil 700 millones.

En el mundo, la contabilidad va en 31 millones 605 mil 656 personas infectadas y 970 mil 934 muertes. Y ni hablar de los millones y millones de dólares, euros, yuans, libras esterlinas, rublos, wons que el coronavirus ha hecho que se gasten en el mundo. 

Casi sin que nadie se diera cuenta, hace medio año, la vida de todos empezó a cambiar. Definitivamente cambió. La sociedad entró en una distopía por la pandemia y el obligado confinamiento. Empezó una nueva era para la humanidad.

Fue como un repentino salto al futuro: el comercio vía web, que estaba en ruta, consolidó el emporio de Amazon, Mercado Libre, eBay, Alibaba. Las compras del súper a través de Corner Shop crecieron; los pedidos de comida, dulces, medicinas vía Uber Eats, Rappi, que iban in crescendo, se desplegaron como musgo; hay que ver cuántos bicirrepartidores pedalean por las calles.

Las fiestas y cumpleaños virtuales, las juntas de trabajo, las celebraciones religiosas, las conversaciones familiares, los cumpleaños vía Zoom se popularizan tanto como el whatsapp, que ya había desplazado a las anticuadas llamadas telefónicas entre los millennials.

El confinamiento también originó profundos dramas. La cancelación de clases escolares; los niños, a la deriva en sus casas. El desempleo. Más de un millón de plazas perdidas: en el turismo, fábricas, restaurantes y, sobre todo, entre los comerciantes informales, que son la mayoría en la economía nacional. A todos los empacadores de supermercados de la tercera edad los resguardaron. La raya de la desigualdad, entonces teñida con cal, se volvió un pozo de fuego.

La gente se volvió más desconfiada. Los saludos de beso, de abrazo y palmadas en la espalda como signo de afecto y retórica corporal son cosa del pasado. Los besos entre los novios son el fruto prohibido de esta era: la saliva es el agente contaminador. Ni besos de esquimal.

Todo de lejitos. Incluso, la Organización Mundial de la Salud declaró que ni el saludo de codo era seguro. Entonces, el saludo se volvió, literal, un golpe de pecho justo encima del corazón. Y los brazos cruzados con las manos a la altura de los hombros, los abrazos.

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Al estilo de las creencias islámicas, donde las mujeres se tapan históricamente el rostro con un velo, la pandemia obligó a católicos, evangélicos, luteranos, testigos de Jehová, pentecostales, agnósticos, ateos, prácticamente a todo el mundo, a cubrirse el rostro.

Fue tan radical esto de cubrirse la cara —hay quienes usan protectores faciales que parecen escafandras de buzos de profundidad—, que varias marcas de cosméticos centraron su oferta de ventas en las sombras y delineadores de ojos, dejando para mejores tiempos los lipsticks. No más sonrisas, sólo ojitos. Como en Las mil y una noches.

No hay científico ni adivino en el mundo que se atreva a decir si este cambio por el coronavirus será fugaz o permanente. O simplemente cuánto tiempo va a durar. Las potencias mundiales se afanan porque exista una vacuna efectiva lo más pronto posible. Se aprecia improbable que sea este mismo año.

La carrera por tener una vacuna es tan frenética como la que, en su momento ocurrió en la Guerra Fría con la carrera armamentista.

El país que tenga el poder de la inmunización podrá tener a su merced a quien quiera. En este momento hay nueve vacunas candidatas: Inovio (Estados Unidos) (fase I/II); Moderna (Estados Unidos) (fase III); CureVac (Alemania) (fase I); Instituto Pasteur/Merck/Themis (Francia-EU- Austria) (fase preclínica); AstraZeneca/Universidad de Oxford (Reino Unido) (fase III); Universidad de Hong Kong (China) (fase preclínica); Novavax (Estados Unidos) (fase I/II); Clover Biopharmaceuticals (China) (fase I) y Universidad de Queensland/CSL (Australia) (fase I).

Las consecuencias económicas, políticas, sociales, familiares y personales que han arrastrado la pandemia y el consecuente confinamiento son palpables como el rastro que deja el fuego después de haberse extinguido.

Algunos de esos efectos son que México sufre la peor crisis económica de su historia, solamente comparada con la que se vivió en 1932, reconocida así por el presidente Andrés Manuel López Obrador. O que la violencia intrafamiliar creció. En mayo, en pleno confinamiento, se iniciaron mil 421 carpetas de investigación a nivel nacional por abuso sexual, 6.3% más respecto a abril, cuando hubo mil 337 casos.

En estos seis meses, la delincuencia ha seguido en lo suyo. Los homicidios dolosos, la disputa de territorios, el tráfico de drogas continuaron como antes del confinamiento.

Otra de esos resultados está en cómo madres solteras han tenido que afinar su condición de mujeres multitask. Una especie de mamá pulpo que atiende simultáneamente a sus hijos: higiene, alimentación, salud, escuela; pero también trabaja por un salario, ya sea en home office o presencial en una oficina, y además se hace cargo de las labores domésticas: lavar platos, tender camas, sacudir, barrer y trapear. Y si son maestras de escuela, que las hay muchas, la cosa se pone peor.

Los jóvenes en México fueron las principales presas del confinamiento. Los suicidios entre personas de 15 a 29 años aumentaron. El encierro puso a girar hasta al más cuerdo.

Las playas, los centros arqueológicos, los campings, todas las atracciones turísticas del país y del mundo son otro rastrojo de ese fuego apagado.

A mediados de marzo, de manera tímida, con el sentido común como motor, empezó a fraguarse un remedo de confinamiento, de cuarentena.

Desde el 14 de marzo el gobierno federal había anunciado que nueve días después, el 23 de marzo, iniciaría la Jornada Nacional de Sana Distancia. Gobiernos, universidades y organizaciones, por su parte, frenaron sus actividades en seco. No esperaron ningún decreto ni ley ni nada. Simplemente pararon.

Varias bandas musicales enroladas para participar en el festival Vive Latino cancelaron, aunque se permitió que se realizaran las tocadas. Ricky Martin postergó hasta nuevo aviso su gira por México. Otros artistas y otros espectáculos, como un festival de cine en Cancún, fueron cancelados definitivamente.

El torneo de futbol de la Liga MX Clausura 2020 se dio por terminado sin campeón. El último juego de ese torneo se celebró el 15 de marzo, a puerta cerrada, sin público. Era la jornada 10 y lo jugaron los equipos de América y Cruz Azul. La Liga se reanudó, pero los estadios están vetados a la afición.

El 23 de marzo, a través de un decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación —cinco días después de haberse registrado el primer fallecimiento por coronavirus en México—, la Secretaría de Salud arrancó la Jornada Nacional de Sana Distancia.

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Con la Jornada de Sana Distancia en todo el país, en la Ciudad de México llegó otra disposición oficial para incentivar que la gente no saliera de sus casas: se cerraron museos, cines, teatros, discotecas, bares, baños de vapor, billares, centros nocturnos, gimnasios, zoológicos y deportivos. Lugares por excelencia para la convivencia.

El cierre de peluquerías y estéticas dio paso a una especie de moda hippie recargada: hombres greñudos y mujeres con rulos como de medusa.

En una de las ciudades más pobladas y grandes del mundo, de un día para otro, no había a dónde ir a reunirse con amigos, con familiares. Ni a rezarle a Dios: las iglesias también echaron cerrojo. El impacto del confinamiento fue tan expansivo que hasta a los muertos los confinaron, cerraron los panteones y no se puedo ir a visitarlos.

Durante semanas, las calles de la Ciudad de México tuvieron la pinta de que ahí había ocurrido un éxodo. Parecía que nadie o muy pocos habitaban la capital de México. No había a dónde ir ni qué hacer. La contaminación del aire bajó. Y las cuentas por consumo eléctrico en las casas subieron.

El comercio informal en vía pública de tamales, tacos, tortas, fresas con crema, esquites y elotes, accesorios para teléfonos celulares, ropa, artesanías, plumas, libros, películas piratas, compostura de relojes… desaparecieron como por arte de magia. Las estructuras metálicas de cientos de puestos callejeros quedaron, por semanas, como despojos en el Centro Histórico de la Ciudad de México, hasta que poco a poco fueron desapareciendo. Y la belleza arquitectónica de los viejos edificios quedó al descubierto.

El mismo día que inició la Jornada Nacional de Sana Distancia, el gobierno de la Ciudad de México lanzó la campaña  #Quedateencasa. Resultó efectiva, pero la idea original fue de la plataforma de promoción turística Visit México, que desde el 15 de marzo había lanzado la campaña Piensa en México, quédate en casa, nos vemos pronto.

El confinamiento fue la pauta también para el inicio de la era del home office. La planta laboral de las 16 alcaldías se redujo al 50%. Las empresas y oficinas de gobierno que pudieron operar con sus empleados trabajando desde la sala de sus casas, en sus cuartos, en la cocina, o donde pudieran, lo permitieron. No les quedó de otra que darle fuerza al encierro.

Al cabo de este medio año de confinamiento, y debido al teletrabajo, muchos comercios y oficinas han cerrado. No se sabe si para siempre o si algún día volverán a abrir. Pero los letreros de “se renta” pegados en vidrios de oficinas se han convertido en parte del panorama de la ciudad.

APRENDE EN CASA, OTRO MECANISMO

La experiencia por la que pasaban, a mediados de marzo, países con altos índices de contagio y muerte, como España e Italia, fueron el espejo en el que no se quería ver reflejada la realidad en México. Había que evitar, en lo posible, el contacto social y apelar al recogimiento, al encierro.

Por un lado, el gobierno hizo acopio de todo lo que pudo. Acondicionó hospitales, compró ventiladores, cubrebocas, batas, guantes, medicamentos. Reclutó personal sanitario; incluso perros y robots, como ayudantes. Entonces, las figuras de médicos y enfermeras se agigantaron, por su esmero y dedicación. Y aún más grandes se hicieron cuando la ignorancia y cobardía de algunas personas los llegaron a atacar, incluso físicamente.

Por otro, padres de familia asumieron la responsabilidad inmediata de no enviar a sus hijos a la escuela, mientras la autoridad educativa, en pocos días, cambió radicalmente la idea inicial de no suspender clases.

No sólo eso. El gobierno mexicano, de bote pronto, decidió que, para evitar contagios entre la matrícula de 30 millones de alumnos del sistema de educación pública, se adelantaran las vacaciones por la Semana Santa. Que empezaran el 23 de marzo y que terminaran el 17 de abril.

Ésta fue una medida más de distanciamiento social. Al fin y al cabo, cuarentena para todos los alumnos y profesores de preescolar, primaria, secundaria, prepa, universidad, posgrados. Todos confinados.

Terminaron las vacaciones de Semana Santa y los estudiantes y maestros ya no volvieron a las aulas para terminar el año lectivo 2019-2020. En las vacaciones de verano, los alumnos estuvieron confinados. Empezó el ciclo 2020-2021 en agosto y aún no han vuelto a las aulas. Siguen en aislamiento. Reciben clases por televisión abierta, de paga y algunos por internet. Los libros de texto gratuitos circulan en la web.

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A esta forma de confinamiento se le llama Aprende en casa.

CARGAMENTOS DE PAPEL HIGIÉNICO

También a mediados de marzo, el gobierno sugirió evitar los viajes internacionales no esenciales, sobre todo tomando en cuenta que varios países habían cerrado sus fronteras, incluso decretando confinamientos obligatorios, con multas y penas para quienes no la cumplieran. Ése fue el caso extremo, por ejemplo, de El Salvador.

Horas antes de iniciar el confinamiento, las tiendas de autoservicio, principalmente en la Ciudad de México, se convirtieron en escenarios de película apocalíptica. Los carritos de compras eran empujados por personas que iban a toda velocidad, repletos de casi todo: detergentes, cloro, alcohol en gel, frijoles en lata, café, galletas, cajas de leche, pero, principalmente, papel higiénico.

El 30 de marzo, el Consejo de Salubridad General declaró emergencia sanitaria por causas de fuerza mayor.

Al día siguiente, el gobierno de la Ciudad de México puso en marcha una medida más para consolidar el confinamiento: cerrar las 338 plazas comerciales de la ciudad. Con ello, no solamente las tiendas como Palacio de Hierro, Liverpool, Sears, Sanborns, Zara, H&M, Massimo Dutti, Sfera, Martí, Scappino, Lux, Devlin o Ermenegildo Zegna fueron cerradas, sino también los populares patios de comida, donde hay horas del día en que la gente se apelotona en busca de una hamburguesa, una pizza, unos taquitos, un chop suey o una malteada, sobre todo en días de quincena.

Con el confinamiento empezaron a operar nuevos hábitos: filas para todo lo que estaba parcialmente abierto. Para comprar en el supermercado; para alguna ferretería; para entrar a las pocas sucursales bancarias en operación…

Y así como dentro del encierro se fueron abriendo más y más establecimientos, en busca de la reactivación económica, la costumbre de las filas se consolidó y dio paso a diminutos feudos de poder de quien toma la temperatura, ofrece gel antibacterial y determina si alguien es adulto mayor o si puede o no entrar a algún establecimiento. El mejor pretexto para la discriminación. Así, la vida se ha vuelto más lenta y caótica.

COMO LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Al término de la Jornada Nacional de Sana Distancia, el 30 de mayo, arrancaron los semáforos epidemiológicos. Otra medida, distinta, pero igualmente promotora del necesario confinamiento para evitar contagios y muertes por el coronavirus. Porque la famosa curva nunca se aplanó y lo que se consideraba como una tragedia, llegar a 60 mil muertos, se registró justo dentro del confinamiento.

El semáforo en rojo indica que hay que evitar salir o hacerlo solamente si es necesario. Aunque el confinamiento en rojo es especialmente para la llamada población en riesgo. Y si hay que salir, entonces hay que usar cubrebocas todo el tiempo y de manera adecuada —es decir, no traerlo como bufanda—, ya sea en un espacio abierto o cerrado. También, la instrucción oficial, es que hay que usar goggles o caretas en lugares concurridos.

Desde que se encendió este semáforo, ninguno de los estados del país ha pasado de amarillo, que indica “actividad, pero con precaución”. Es más, la mayoría del país está en naranja: “si puedes quédate en casa”, es la indicación de las autoridades sanitarias.

El confinamiento personal, institucional, profesional, en estos seis meses, a partir del 23 de marzo y hasta hoy, 23 de septiembre, con todos los matices que se le puedan encontrar, ha sido un hecho fundamental para contener más contagios y muertes de las que se han registrado en México este 2020, año que quedará inscrito en la historia como el inició de una nueva era para la humanidad, un año que la marcará para siempre, quizá tanto como otros sucesos de la llamada era moderna, como la Segunda Guerra Mundial, la llegada del hombre a la Luna, el derribo del Muro de Berlín o el atentado a las Torres Gemelas, en Nueva York.

 

 

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